Yo quiero
ver qué arrugas
oculta
esta doncella
máscara.
Qué ruin liña,
qué feroz
epidemia
cela el
rostro inocente
de cada
copo. Escenas
sin
vanidad, se cubren
con
andamiajes, trémulas
escayolas,
molduras
de un
instante. Es la feria
de la
mentira: ahora
es
mediodía en plena
noche, y
se cicatriza
la eterna
herida abierta
de la
tierra, y las casas
lucen con
la cal nueva
que revoca
sus pobres
fachadas
verdaderas.
La nieve,
tan querida
otro
tiempo, nos ciega,
no da luz.
Copo a copo,
como
ladrón, recela
al caer.
Cae temblando,
cae sin
herirse apenas
con
nuestras cosas diarias.
Tan sin
dolor, su entrega
es
crueldad. Cae, cae,
hostil al
canto, lenta,
bien
domada, bien dócil,
como
sujeta a riendas
que nunca
se aventuran
a
conquistar. No riega
sino
sofoca, ahoga
dando no
amor, paciencia.
Y borró
los caminos.
Y tú
dices: «despierta,
que
amanece». (Y es noche
muy
noche.) Dices: «cierra,
que entra
sol». Y no quiero
perder de
nuevo ante esta
nevada.
No, no quiero
mentirte
otra vez. Tengo
que
alzarle la careta
a este
rostro enemigo
que me
finge a mi puerta
la
inocencia que vuelve
y el pie
que deja huella.
en Desde mis poemas, 1983
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